¿Cuál es la meta de la vida cristiana?

Algunos pueden decir que es llegar a ser cada vez más rectos o contar a otros la buena noticia de la salvación.

El apóstol Pablo dijo que su meta era conocer a Cristo íntimamente.

Filipenses 3: 7,8

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.  Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”

¿Es esa también nuestra búsqueda principal?

Cuando ese es nuestro gran deseo, la vida recta y la pasión por el evangelio se desprenderán de ese deseo.

El conocimiento, relación y un mayor deseo por servirle no ocurren de manera automática.

Eso lo sabemos porque se da en toda situación de nuestra vida:

Las relaciones (matrimonios, amistades)

El trabajo (ya no solo como un medio para subsistir)

La Iglesia (no solo como un requisito espiritual) sino como un lugar de compañerismo y comunión sincera y genuina.

La intimidad con Dios se desarrolla cuando:

Nos sumergimos en la Palabra de Dios para leerla, estudiarla, y meditar en ella.

Como resultado de esa búsqueda y ejercicio sincero, el Señor se nos revela y nos instruye, guía y nos da el privilegio de servirle.

Este “estilo de vida en la fe” no es solo un ejercicio de la mente, requiere el compromiso de nuestras emociones al amarle, servirle y adorarle.

 Cuanto más conozcamos al Señor a través de su Palabra, más profundos se volverán nuestro amor y nuestra devoción hacia Él.

No podemos decir que ya tenemos una relación personal con Dios al 100 %, y que ya le conocemos en su totalidad:

Filipenses 3: 12 al 14 dice:

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.  Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”

Es una dinámica de todos los días.

Una de las cosas más sabias que usted puede hacer antes de levantarse de la cama cada mañana, es pedirle a Dios que le dé sabiduría.

Usted no sabe lo que le deparará el día. No tiene idea.

 Aunque lo planee todo, aunque planifique su agenda hora por hora, día con día, nadie sabe lo que puede pasar mañana.

Todos necesitamos sabiduría, o sea, necesitamos la perspectiva de Dios:

 Para lo que hacemos,

 Para nuestros planes

Para nuestra forma de vivir, porque no sabemos lo que pueda suceder.

Nunca dejemos de preguntarnos:

¿Qué quieres que haga, hoy Señor?

 

La vida es difícil, por decirlo con palabras sencillas, y hay demasiadas cosas sin un libro

de instrucciones sobre cómo debemos reaccionar.

Es algo como para ponerse a pensar.

El Señor no está lejos más allá de las nubes, atendiendo a tareas más agradables y a personas más santas.

Está aquí con nosotros mientras:

Rastrillamos hojas,

Trepamos arboles

Limpiamos

Pintamos

Cambiamos pañales,

Hablamos con amabilidad con propios o extraños,

Confesamos nuestro dolor

Salimos a caminar por la noche,

Servimos a los necesitados, y mucho más.

 

Él está con nosotros en todas partes y en todo lo que hacemos, más cerca de nosotros que nuestros propios corazones.

Cuando entendemos este principio claramente, podemos aprender a caminar sabiamente, porque nos está guiando el más sabio de todos los sabios.

“Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.”

Romanos 16:27

 

Los planes de Dios no son como los nuestros, y su sabiduría no es una simple versión divina de lo que compartimos los unos con los otros a partir de nuestras experiencias de la vida.

La sabiduría de Dios es del todo diferente y opera a la manera del reino, no según las leyes y las reglas humanas

Isaías 55.8 al 11 dice:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 

Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra,

y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 

 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía,

sino que hará lo que yo quiero,

y será prosperada en aquello para que la envié.”

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